Trekking por el Himalaya, safaris por la selva, rutas por ciudades medievales y monasterios antiguos o rafting por aguas bravas son solo algunas de las experiencias que ofrece el destino, también famoso por su hospitalidad
Aventura y misticismo se dan la mano en uno de los destinos más reveladores del mapa mundial, que abre las puertas al viajero a un sinfín de experiencias inolvidables. He aquí diez imprescindibles, las que todo viajero debería disfrutar en Nepal, y queIncentive Group of Companies lleva ofreciendo a visitantes de todo el mundo desde hace más de 15 años.
La imponencia del Himalaya.- Nepal es el reino del Himalaya. Solo con contemplar la inmensa belleza de las montañas más altas del mundo y respirar su aire, el viaje ya habrá merecido la pena. La cordillera, con el majestuoso Everest (8.848 metros) a la cabeza o los Annapurnas, tienen un magnetismo incontrolable, especialmente en la puesta y la salida del sol. Los viajeros más experimentados y ávidos de emociones fuertes, podrán contemplar su inmensidad a lo largo de travesías de días o semanas. Aquellos que prefieran una experiencia más relajada, el valle del Himalaya esconde numerosos miradores, entre los que destaca el de Nagarkot, que ofrece una panorámica única de la cordillera. Un enclave privilegiado para ver amanecer o atardecer con el mundo a tus pies. Un vuelo en helicóptero sobre el Everest es otra forma inolvidable de subir a las montañas y prácticamente acariciarlas.
Katmandú medieval y contemporánea.- La capital de Nepal es una ciudad vibrante y llena de vida en la que conviven un legado milenario y la modernidad de los nuevos tiempos. Su centro histórico es una galería interminable de majestuosos palacios medievales, templos y callejuelas entre los que perderse. La Plaza Durbar (Basantapur) es el corazón sagrado de la vieja Katmandú, destacando el Palacio Real (Hanuman Dhoka) o la casa de la ‘diosa viviente’ (Kumari Bahal). El Katmandú más contemporáneo y bullicioso se puede encontrar en las calles, tiendas y restaurantes del barrio ‘mochilero’ de Thamel o en Indra Chowk y la plaza de Asan Tole, un colorido laberinto comercial en donde comprar los mejores productos y materias primas del país.
Espiritualidad.- Nepal es mística pura y es casi imposible no dejarse contagiar por ella. Aunque es la cuna del Budismo, el 80,6% de su población practica el Hinduismo. Templos, estupas y pagodas de las dos religiones mayoritarias del país llenan cada rincón con sus velas, túnicas, cánticos y ceremonias. Peregrinar al lugar que vio nacer a Buda es uno de los mayores periplos espirituales. Y visitar en Katmandú el Templo de Swayambhunath –o de los Monos-, uno de los santuarios budistas más sagrados de Nepal y el más querido de la capital, o la Estupa de Boudhanath, la más grande de Asia, que bajo su inmensa cúpula blanca y dorada acoge a la mayor comunidad tibetana en Nepal, dos experiencias obligadas. Por otro lado, al este de la capital, a orillas del sagrado río Bagmati, se encuentra el Templo de Pashupatinath, el santuario hinduista más importante de Nepal. Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, es lugar de peregrinaje de sadhus (santones) y conocido por sus ceremoniales cremaciones.
Trekking para todos los niveles .- Nepal es el paraíso de los trekkers, pero conviene aclarar que no hace falta ser un atleta para hacer trekking. Hay circuitos de senderismo de toda clase, en función de dificultad, distancia, duración y presupuesto. Las rutas más populares son al campamento base del Everest y el circuito del Annapurna para los más profesionales, y los que arrancan desde Pokhara para los noveles. Pero hay muchas otras alternativas como Dolpo, Manaslu, Kangchenjunga, Mustang, Langtang, o cualquiera de los 240 picos de más de 6.000 metros con los que cuenta el país. En cualquiera de los casos, es una experiencia casi obligatoria para todo aquel que visite Nepal. Una vivencia fundamental para adentrase en el Nepal más auténtico y rural, conocer de cerca a los sherpa y otros pueblos que habitan sus cumbres, y disfrutar de las postales que discurren entre caminos y banderas de plegarias, especialmente por encima de los 3.000 metros. Siempre se recomienda contar con la experiencia y la sabiduría de guías y agencias especializadas.
El valle de Katmandú.- Toda la esencia de Nepal se encuentra en el Valle de Katmandú. Un mosaico de pueblos, templos sagrados y terrazas de cultivo que resumen el Nepal más tradicional. Las villas medievales de Bhaktapur y Patan, Patrimonio de la Humanidad, son las más importantes y espectaculares, con una gran tradición artesanal y un importante legado arquitectónico de los primeros pobladores del valle. Muy recomendable es salirse de los circuitos tradicionales y visitar algunos aldeas como Kirtipur y Panauti.
Safari por la selva.- Las llanuras subtropicales esconden apabullantes paisajes. La región del Terai forma un cinturón de pantanos, praderas y bosques en los que habitan flora y fauna salvajes. El Parque Nacional Chitwan es el más antiguo del país y ofrece safaris a pie, en 4×4 o a lomos de un elefante asiático, en los que avistar rinocerontes indios, gaviales (cocodrilos), osos perezosos o incluso tigres reales de Bengala –sobre todo entre marzo y junio-. Imprescindible, un baño entre elefantes en Sauraha en las aguas que atraviesan la brumosa jungla, hogar también del pueblo tharu a los que se puede visitar.
Pokhara.- De gran importancia en la antigua ruta comercial entre India y Tibet, Pokhara es la segunda ciudad turística más grande del país, en la que empiezan o terminan gran parte de las rutas por los Annapurnas. Su idílico Lago Phewa, el segundo más grande del país, protagoniza otra de las postales más famosas del Nepal. Sus paisajes impresionantes hacen de Pokhara un lugar perfecto para recargar energías o practicar infinidad de actividades y deportes al aire libre. Además, sus noches son algunas de las más animadas. En el camino de ida o vuelta, no olvidar hacer una parada en Bandipur, uno de los pueblos con más encanto de todo Nepal.
Festivales.- Como bien recoge el dicho popular “en Nepal, cada edificio es un templo y cada día una fiesta”. Las celebraciones y espectaculares festivales tradicionales se suceden en Nepal casi a diario así que será fácil coincidir con alguno de ellos. Los hay de todo tipo, por motivos religiosos, sociales o simplemente prácticos. Un espíritu festivo y alegre que se contagia por las calles y entre locales y viajeros. Las principales celebraciones son el Dasain, 15 días de fiestas en octubre en honor a la diosa Durga; el Bisket Jatra, el Año Nuevo nepalí que tiene lugar en abril; el colorido Indra Jatra, en septiembre, que rinde honor a Indra y la diosa Kumari marcando el final del monzón; el popular festival sherpa Mani Rimdu, en octubre o noviembre; y el mundialmente conocido Holi, el festival de los colores que se celebra en febrero o marzo.
Adrenalina.- No todas las emociones fuertes que se pueden vivir en Nepal se reducen al trekking. Sus impresionantes montañas, valles, bosques, ríos y selva son el escenario ideal para la práctica de turismo activo. Las aguas bravas y sus pistas de tierra son ideales para el rafting, kayak y el ciclismo de montaña. Las mejores fechas para practicar ciclismo de altura van de octubre a noviembre, mientras que para el rafting van de mediados de octubre a finales de noviembre. Pero los increíbles paisajes nepalíes son escenario perfecto también para un día de puenting -o bungee jumping-, parapente, parahawking, escalada, y mucho más.
Gastronomía.– Los más de 26 millones de habitantes de Nepal tienen un denominador común: la hospitalidad. Su carácter amable y su eterna sonrisa siempre reciben y acompañan al viajero. Y nada mejor para conocer a los nepalíes y su cultura que alrededor de la mesa. Su gastronomía es una explosión de sabores y colores altamente influenciada por la cocina india y tibetana. Los platos más populares que sorprenderán al paladar son el dal-bhat-tarkari, un plato que combina sopa de lentejas, arroz y verduras al curri; y los momos, una especie de dim-sum o empanadillas de origen tibetano rellenas de carne o verduras que devorar tanto en un refugio con vistas al Himalaya como en restaurante tradicional junto a un monje tibetano. Porque no hay viaje completo si no se saborea la comida local y se conversa con su gente.