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Las Navidades en Navarra, experiencias para los cinco sentidos
Con la llegada de los primeros copos de nieve, las calles de Navarra invitan al visitante a escuchar los villancicos tradicionales, a oler la leña quemada que se desprende de las chimeneas, a ver cada uno de los rincones mágicos que esconde las ciudades, a saborear las propuestas gastronómicas que ofrecen los restaurantes y a tocar las piezas de artesanía que venden en sus mercadillos. Pero Navarra no acaba aquí.
Recorrer bosques centenarios, nacimiento de ríos y cuevas a 40 metros bajo el suelo o disfrutar de una visita guiada nocturna por Pamplona son algunas de las propuestas que también puede disfrutar el turista. La mezcla de tradiciones centenarias, ritos paganos y celebraciones más modernas ofrecen la mejor manera de acabar el año rodeado de la familia.
Ritos religiosos y tradiciones populares
En el norte de Navarra cuentan con un personaje que se asemeja al Papa Noel de medio mundo pero muy ligado a la vida de sus montañas, el Olentzero. Este carbonero tripudo y bebedor baja del monte que todas las Nochebuenas para anunciar la llegada del Niño Jesús y repartir regalos a los pequeños. Las noches del día 24 se organizan comitivas en las que Olentzero es el gran protagonista, con su pipa, su boina y su botella de vino, reparte besos entre los más pequeños. La comitiva, vestida normalmente con trajes de caseros y caseras, va recorriendo las calles mientras entona villancicos populares al son de los txistus y fanfarres. Olentzero trae regalos en los primeros días de vacaciones y los Reyes Magos lo harán tras las cabalgatas que se organizan el 5 de enero a lo largo de toda la geografía navarra.
Si se tiene la oportunidad de vivir el final del año en tierras navarras, se puede disfrutar de tradiciones populares que se viven con una gran pasión en los pueblos de la zona. Por ejemplo, en Bera, todavía se mantiene el “Glin-Glan”, una celebración en la que los jóvenes y niños salen a cantar en busca de alimentos, y el “Diostesalve”, un recorrido por las calles en el que sus participantes cantan coplas para despedir el año.
En Urdiain, el “Rito del Agua” se ha celebrado siempre para enterrar el año que termina y desear felicidad para el que nace. En la medianoche del 31 de diciembre, los jóvenes de la localidad recogen agua en la fuente de los Cuatro Caños y la ofrecen a las autoridades y vecinos a cambio de aguinaldo.
En Pamplona, desde hace décadas se ha extendido la costumbre de salir disfrazado para recibir al año nuevo, un carnaval adelantado que llena de colorido las calles de la ciudad.
Singular es también el Auto de los Reyes Magos en Sangüesa, uno de los cinco Autos dedicados a sus Majestades de Oriente que existen en España. El de Sangüesa se celebra el 6 de enero y recorre edificios emblemáticos de la localidad, como los palacios de Príncipe de Viana y de Vallesantoro o la plaza de la Abadía.
Alternativa rural
El espíritu navideño también puede vivirse con intensidad en las zonas de montaña. Para empezar el nuevo año alejado del ruido de las ciudades, una forma relajada puede ser pasar las fiestas en un alojamiento rural en los Pirineos, la Cuenca de Pamplona, la Zona Media o la Ribera. En el valle de la Ultzama, a muy pocos kilómetros de Pamplona, se encuentran hermosos pueblos emplazados entre ríos y prados, además de magníficos bosques con rutas de senderismo bien señalizadas. Uno de ellos es el robledal de Orgi, un espacio salpicado de caminos, unidos en algunos tramos por puentes rústicos de madera. Muy cerca de allí encontrará otro de los tesoros de la zona, esta vez en el valle de Basaburua, los robles de Jaunsarats.
En la sierra de Aralar, el reclamo se encuentra en sus profundidades. La cueva de Mendukilo, en Astitz, ofrece al visitante la posibilidad de sumergirse en las entrañas de la sierra a través de una gruta situada a más de 40 metros bajo el suelo que cuenta con un gran número de estalactitas y estalagmitas. Otra interesante propuesta por la zona es recorrer a pie o en bicicleta la Vía Verde del Plazaola desde Lekunberri o Leitza, el antiguo trazado del antiguo ferrocarril que unía Pamplona con San Sebastián.
Parada obligada para los amantes de la historia es la visita, en la Zona Media, de lugares como el Palacio de Olite, el cerco de Artajona, Ujué, Puente la Reina, Estella, Sangüesa, Javier, Leire o la huella que dejaron los romanos en lugares como Andelos, cerca de Mendigorría o la villa romana de las Musas, en Arellano. Y en la Ribera, se tiene que conocer localidades como Tudela o Corella, y los monasterios de La Oliva o Fitero.
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