Tesoros Coloniales Méxicanos

Dicen los entendidos que no se conocen las ciudades coloniales mexicanas, si no se han vivido sus “andanzas”. Y vivirlas supone cantar y bailar al ritmo de los barreteros, un sonido metálico y cadencioso que producían las parejas de mineros que trabajaban en las entrañas de las montañas, uno sosteniendo la barreta y otro golpeando con el marro. Aquellos rítmicos sonidos, que se remontan a la época dorada de la zona central de México, en el siglo XVII, han dado lugar a una de las fiestas más tradicionales en las que conviven diversas culturas.

En Zacatecas se llaman “andanzas” o “tamborazo”, en Guanajuato son “callejoneadas” y en Oaxaca “tuna de Antequera”, pero en síntesis se trata de lo mismo: un itinerario festivo en torno a una banda de ocho o diez músicos que se realiza en la noche por calles y callejones del centro de la ciudad y en el que se combinan canciones, músicas y danzas de distinto tipo, con frecuentes paradas en las que degustar un trago de mezcal minero.

Conocer éstas y otras tradiciones de las ciudades coloniales mexicanas, disfrutar con sus tesoros arquitectónicos, vivir con sus gentes es el propósito de esta propuesta

“La experiencia virreinal”, “La cuna de la Historia y el Romanticismo” o “El misterio y origen de los mayas” llevarán a los viajeros a ciudades como Querétano, Guanajuato, Morelia y Zacatecas, que son Patrimonio de la Humanidad, o al bajío mexicano con Jalisco, Puebla, Los Cabos y Puerto Vallarta como puntos principales y, por supuesto, a las tierras mayas, donde entre naturaleza virgen y playas luminosas, aparecen lugares como Oaxaca, Mérida o San Cristóbal de las Casas o antiguas ciudades mayas como Palenque y Campeche y otros sitios de interés a lo largo de la impresionante Riviera Maya.

Ciudades coloniales llenas de vida
Una propuesta, tal vez la menos conocida, sea la de las ciudades coloniales. En efecto, unos 250.000 españoles visitan cada año México, sin embargo apenas unos cientos conocen, por ejemplo, Zacatecas, estado y ciudad situados en el centro del país, en el corazón de un conjunto de ciudades coloniales, muchas de ellas Patrimonio de la Humanidad. La herencia religiosa y civil de su época de esplendor se deja sentir cuando se recorren sus calles, callejones y plazas. Como todas las ciudades mineras que crecían en aquellos sitios donde se encontraban las vetas metalíferas, con frecuencia en zonas montañosas o cerriles, Zacatecas, como Taxco o Guanajuato, carece de la cuadrícula que organiza la ciudad, pero tiene a cambio vistas de enorme atractivo y variedad, llenas de sorpresas. Su irregularidad se convierte en una ventaja estética indudable.

No muy lejos está Aguascalientes, fundada en 1575 para brindar amparo, refugio y protección a los viajeros en su tránsito por los antiguos caminos de la conocida “Ruta de la Plata”. Un recorrido a pie por el centro histórico de la ciudad permite descubrir bellísimas joyas arquitectónicas y numerosos vestigios históricos reflejo de su valioso pasado. También Guanajuato, cuyo nombre significa “cerro de ranas”, y se fundó en 1552. Está ubicada en un estrecho valle protegido por áridas montañas. Bajo un cielo transparente y azul, sus casas, calles y vericuetos se amoldan a la accidentada topografía del lugar. La ciudad creció un poco al azar, sembrando aquí y allá balcones, plazas y callejuelas que después fueron uniéndose al pie de mercados e iglesias. Guanajuato es una ciudad bella y acogedora, la traza de sus calles forma sorprendentes rincones como el famoso callejón llamado del Beso, que debe su nombre a una romántica leyenda colonial.

El estado vecino es Querétano cuya capital, del mimso nombre, consiguió una gran prosperidad económica en el siglo XVIII, que dio a la ciudad su perfil característico que perdura hasta nuestros días: iglesias, conventos, plazas que fueron talladas en una piedra rosada, suave y tersa. Una de las obras civiles más admirables de América construida en el siglo XVIII es el imponente acueducto de 1.280 m. de longitud con una monumental arquería que alcanza hasta 23 m. de altura.

Morelia, capital del estado de Michoacán, es una ciudad de singular belleza, un grato ambiente estudiantil y magníficas construcciones coloniales. Entre las múltiples edificaciones dignas de mencionarse está la Catedral de estilo barroco, cuya fachada en forma de tríptico es una lección de señorial belleza. El rápido recorrido por los tesoros coloniales mexicanos concluye en San Luis de Potosí, llamada la “ciudad de los jardines” por sus numerosas plazas, la capital del estado se extiende en una árida llanura, con su traza de ajedrez, edificios de cantera y casas sobrias de balcones y nobles proporciones.

Texto: Enrique Sancho

www.turismoviajes.es

 

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